04 septiembre 2009




El domingo 3 de abril de 2009 se publicó en el periódico El Mundo, en el apartado de Crónica, un artículo de la sabrosa mano de Antonio Lucas, sobre el atentado perpetrado el 30 de abril en Holanda contra la familia real holandesa, por un automovilista desesperado por el paro, por un gen maldito, por un vandalismo reivindicativo, por a saber qué intrínsecas razones racionales o perturbadas.

Ya ha corrido suficiente tinta sobre aquel trágico día negro en el Día de la Reina Holandesa. Y desde luego llegamos tarde a la noticia y al lugar de los hechos. Pero viendo la noticia en el periódico que se salvó, por extraña razón, de ser arrojado y devorado por la fauces de la basura, nos hemos quedado atónitos ante la fotografía publicada que reflejaba el hecho.

En la foto en cuestión podemos ver como el auto suicida o criminal, el coche kami kaze de clase media, arrolla gente, zapatos volando, personas aterrizando desbordadas, MIENTRAS las fuerzas de orden público retratadas en la foto permancen absolutamente impasibles. Ajenos a todo. Exactamente como maniquís trajeados de polis puestos ahí incólumes para la ocasión. Véase, pues, la foto a continuación:

atentado en Holanda el Día de la Reina

Y esta foto nos ha recordado a cosas que quizá hemos visto o vivido todos. Por poner un ejemplo, servidor, vio, no hace mucho, como en el mismo metro de Madrid, estación Plaza de España, un viernes hacia las 8 de la tarde, tiraban en el andén a un joven inconsciente con la cara rota en 10 pedazos, sangrando y vapuleado por un cretino muy machito y hombretón él, una auténtica demostración de hombría adolescente, el muy niñato rompepelotas. Pues bien, enseguida se cerraron las puertas de los vagones, mientras el susodicho niñato hijode gritaba: “y no te sigo atizando porque me duelen los puños”, mientras la víctima seguía tendida turulata en el andén, mientras todos nos quedábamos mudos y petrificados ante la barbarie impune.

Y a lo que iba, que las fuerzas de seguridad no aparecieron hasta unos 5 o 7 minutos después, evidentemente llegaron tarde y con desidia. Nada de prisas. Seguramente el agresor estaba ya fuera del metro, celebrando con los colegas su manifiesta hombría.

Menos mal que nuestras sagradas fuerzas del orden público no actúan siempre con la misma espeluznante pachorra. Pero cuántas veces habremos necesitado de su celeridad y competencia.

Pero tampoco es de extrañar el individualismo pasivo imperante, si tampoco se implican los políticos en nuestros asuntos, ellos tan ajenos y brillantes en una esfera superior y paralela de ideas, promesas, demagogias y propagandas.

Quizá el paro, tener que ganarse la vida, cotizar, pagar facturas, nos obliga a buscar trabajos para los que quizá no estemos especialmente dotados. Quizá por eso, encontramos ya pocos representantes del orden con verdadera vocación.


autor: pepeworks

leer el artículo de Antonio Lucas en el Mundo

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