Sueño (214) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina
(214) Trayectos en autobuses interurbanos
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(214) Trayectos en autobuses interurbanos
Idas y venidas por Madrid en los autobuses rojos interurbanos de la EMT. En concreto habré de coger cuatro buses consecutivos con el objeto de hacer cuatro entregas de mi novela "Penetraciones". Los tres primeros viajes se realizan en un santiamén, visto y no visto. Alguna imagen corriendo de una parada a otra para enganchar a tiempo el siguiente transporte y evitar enervantes esperas. En el penúltimo autobús, antes de salir, una vivaz cincuentona conocida, acompañada de una amiga o pariente, me pagará alrededor de unos viente euros. Sin embargo no le entregaré el libro a ella, sino que emprenderé el último trayecto para adjudicarlo. Este postrero traslado será bien largo y duradero, el vehículo se aleja del centro de la capital hacia los barrios limítrofes. Me impaciento con la llegada. Al fin nos introducimos en la larguísima calle en la que he de apearme. Un colega no identificado me ayudará a localizar el sitio justo en el que he de bajar. Curiosamente ambos oteamos por las ventanillas del mismo lado, el izquierdo. Hasta que damos con mi destino. El conductor se detiene ahí, aunque no haya ninguna parada, para que yo descienda.
Me adentro en una tienda muy similar a un estanco de tabaco, con un espacio muy reducido para los visitantes -apenas la dimensión de un ascensor de tamaño mediano-, con una mampara de cristal que separa la angosta recepción del enorme entramado de trastienda y estanterías hasta alto el techo repletas de libros que conforman el resto del local. El dueño, hosco, de poco hablar, recoge mi ejemplar a través de la ventanilla y me apoquina unos nueve euros. Esto me sorprende, ya que es de suponer que la señora anterior me abonó sobradamente el precio de la novela. Por lo tanto, para mi contento, está claro que el dinero que me dio la mujer, era, sencillamente, una generosa donación amistosa y desinteresada.
De golpe el negocio-estanco de libros se transforma en un restaurante al que hace mucho tiempo que no me asomaba. Mis visitas antiguas siempre estaban relacionadas con mi trabajo de camarero infiltrado en distintas celebraciones particulares. El entusiasmo al reencontrarnos es notable. Rápidamente me ponen al día de los cambios y las reformas que han realizado. Recuerdo que al atravesar la carretera, en la acera de enfrente, ellos poseían un pequeño jardín de setos, como prolongación de su chiringuito. Cada vez que venía, yo me encargaba de regarlo con una manguera. Ese jardín ha desaparecido, ya no les pertenece, pues tuvieron que hacer severos ajustes debido a la crisis económica.
Junto a mi hermana y un amigo saltamos al autobús que nos redirigirá al centro de la ciudad y a nuestros respectivos hogares. Los suelos de granito del bus y de la calzada se confunden, empalmados de forma continua, de tal manera que mis dos acompañantes, sin percatarse, están situados en terreno que no pertenece al autobús. Les aviso con premura, antes de que el interurbano arranque y les deje en tierra.
Me adentro en una tienda muy similar a un estanco de tabaco, con un espacio muy reducido para los visitantes -apenas la dimensión de un ascensor de tamaño mediano-, con una mampara de cristal que separa la angosta recepción del enorme entramado de trastienda y estanterías hasta alto el techo repletas de libros que conforman el resto del local. El dueño, hosco, de poco hablar, recoge mi ejemplar a través de la ventanilla y me apoquina unos nueve euros. Esto me sorprende, ya que es de suponer que la señora anterior me abonó sobradamente el precio de la novela. Por lo tanto, para mi contento, está claro que el dinero que me dio la mujer, era, sencillamente, una generosa donación amistosa y desinteresada.
De golpe el negocio-estanco de libros se transforma en un restaurante al que hace mucho tiempo que no me asomaba. Mis visitas antiguas siempre estaban relacionadas con mi trabajo de camarero infiltrado en distintas celebraciones particulares. El entusiasmo al reencontrarnos es notable. Rápidamente me ponen al día de los cambios y las reformas que han realizado. Recuerdo que al atravesar la carretera, en la acera de enfrente, ellos poseían un pequeño jardín de setos, como prolongación de su chiringuito. Cada vez que venía, yo me encargaba de regarlo con una manguera. Ese jardín ha desaparecido, ya no les pertenece, pues tuvieron que hacer severos ajustes debido a la crisis económica.
Junto a mi hermana y un amigo saltamos al autobús que nos redirigirá al centro de la ciudad y a nuestros respectivos hogares. Los suelos de granito del bus y de la calzada se confunden, empalmados de forma continua, de tal manera que mis dos acompañantes, sin percatarse, están situados en terreno que no pertenece al autobús. Les aviso con premura, antes de que el interurbano arranque y les deje en tierra.
Narración perteneciente a la saga de relatos "Sueños" (Tomo II) del escritor José Martín Molina. Ahora disponible el primer tomo, tanto en formato libro como en formato eBook.
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Estás viendo el blog personal del escritor y diseñador José Martín Molina (Pepeworks). Puedes saber más sobre sus creaciones en sus sitios web:
► web de escritor: www.josemartinmolina.com
► web de diseño: www.pepeworks.com . Se agradece la visita!
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