

He decidido darme unos atracones musicales anti-navidad. Hay que prepararse, atiborrarse de antídotos: la estupidez colectiva está a punto de resurgir como el hongo atómico que cayó sobre Hiroshima.
Dos de las peores o peorísimas cosas que tienen las fiestas navideñas son: por un lado las putas bombillitas que achicharran los árboles (¡por favor, por qué no dice algo Greenpeace al respecto!, ¿o sí lo dicen?). No entiendo el por qué hay que disfrazar la ciudad de colorines infantiloides, por qué identificamos nuestras ilusiones perdidas en los cajones secretos de la infancia remota con una bobería fútil, ¿tan poco vale o estimamos nuestro niño interior? ¿Realmente nuestra infancia fue tan poco imaginativa y tan mal iluminada? ¿El seno familiar no ha sido más que eso, una sempiterna castración infantil? Digo por decir, supongo. Pero es que a mal gusto navideño no nos ganan ni los infinitos implantes mesiánicos de pelo de Elton John.
Puedo soportar las asquerosas bombillitas y las estúpidas sonrisas de satisfacción infanto-idilicona. Puedo comprender la beocia general con bastante amplitud. Puedo justificar un consumismo enfermizo, unos centros comerciales ahítos de peleles electrizados con quemazón de dinero en las zarpas. Puedo llegar a pensar incluso que Papa Noel no es en realidad un gordo de mal aliento vestido con el más hororroso de los pijamas. PERO... Abomino de la música navideña. ¡Basta ya! Aunque no sea cierto, cuando oigo algún temita navideño me llego a convencer de que la santa institución de la Familia y la beatificación de un niño Jesús cagón y dictador de odios o amores -según han ido dominando unas tendencias eclesiásticas u otras- apestan. Huelen mal. Huelen a mala conciencia de pecado, de yugo o cárcel con malas revestidas manos de amor o dulzura o empalagosa ternura capadora de intelectos o almas.
Así pues, particularmente, me aislo de la insuficiente humanidad tragona de polvorones y me enchufo a la música EBM. La primerísima música EBM (Electronic Body Music), la de los inicios, la que fue inundando los años 80 como una corriente oculta y transgresora, al margen absoluto de los éxitos de Michael Jackson, Duran Duran y mucha de la inmensa fertilidad pop de aquéllos años (a veces excesiva fertilidad, tanto que se empezó rápido a viciar la creatividad y se llegaron a crear auténticos chorizos mega-refritos en sartenes multinacionales: el éxito multimillonario inesperado tranformó el pop en hamburguesas infinitamente exportables, con demasiada cebolla repititiva).
En fin, ésa música EBM que extrajo sus raíces inmediatas del tecno, la música industrial, el pospunk y sus megalómanos herederos del sonido siniestro, con una mezcla incomparable de minoría étnica germano-belga. Una ola de pirados músicos con una deliciosa subversión, cínica en algunos casos (Front 242), sistemática y perfeccionista en otros (como los categóricos y ejemplares FLA, o sea se: Front Line Assembly), o ya puestos, con obvios mensajes neonazis, irónicos y no tan irónicos (aquí no digo el grupo, que no quiero estropear una buena música, porque su contenido no sea ético, y tampoco quiero difamar algo que no es política, sino otra opción de expresar una violencia interior, sin la que por otro lado, sería imposible cualquier creación artística, sea del tipo que sea).
Para los despitados, que haylos muchos, ya que la EBM fue una corriente musical muy-muy alternativa, ultra-alternativa, ultra-extremista, tanto que recorrió los 80 bastante invisiblemente, diremos que de la EBM nació, como hermano menor pasado por las turmis comerciales y bailables, el famoso Bakalao. Sí el de Valencia, sí, el de la ruta del bakalao, sí, el del temazo de Chimo Bayo, Sí, el del Attica, o el Speka, donde hasta hubo disparos de pistola...
Y para todos aquéllos que conozcan el inicial bakalao de los primerísimos 90, les diré que para mí, sin duda, la Meca real, no fue Valencia, sino Madrid. Siempre me pareció más blandengue el bakalao valenciano, más infectado de un house un poco tontorrón... pero eso va en gustos y es, además, otra historia...
De colofón diré que puestos a desear, os deseo BUENAS MÚSICAS y os dedico, cambiando de palo, uno de los más aterciopelados temas del sabroso e inefable saxofonista Dexter Gordon. La crème de la crème... Saboréenla, please…
Y si no: he aquí otra opción como música anti-navidad: Vámonos de cacería con Def Con Dos (pincha y escúchalo)
autor del artículo: pepeworks
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