Sueño (6) publicado en Un laboratorio indecente el 24/04/2011
(6) Póker de culos enfundados en latex

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(6) Póker de culos enfundados en latex

Viene Miva Gold a casa por cuestiones de trabajo, a ampliar su book de vídeo. Estamos solos en casa viendo ante la mesa y el ordenador su material de vídeo, que no es estrictamente profesional, pero se trata de poner algo que engañe, como si fuera profesional. Algún viaje o imágenes caseras de vídeo. La idea es poner algo para que parezca un montaje nuevo, truco que de cuando en cuando utiliza Miva para volver a hacer la obligada rueda profesional. Encontramos un vídeo que puede valer. Pero el resto... no termina de encajar. Ahora sentados, semipegados, en cama estrecha de habitación, una habitación transformada, no del todo reconocible, habitación más de joven que vive en casa de sus padres que habitación de adulto independizado, me muestra fotos de su último viaje, por si nos pudiera servir algo para su vídeo. Curiosamente en vez de ir viendo fotografías, vemos a vista de pájaro, como desde avión o helicóptero, con la lentitud del vuelo, a media distancia, mirando hacia abajo, una sucesión de montañas y montañas, rocosas, color marrón, con pedruscos enormes, cubiertos aquí y allá por aisladas capas de nieve. Le digo sorprendido: "¡Has estado en la Antártida!". Y ella me responde que no, que son Las Montañas Rocosas de Madrid lo que estamos viendo. Me quedo alucinado de que haya semejantes montañas y semejante paisaje en la provincia de Madrid, no lo sabía, le digo a Miva Gold. Parecemos ver, cuando el avión o helicóptero se retira de las extensas montañas nevadas una larga carretera de domingueros en un atasco, viniendo en sentido contrario, osea, en dirección a las montañas que nosotros acabamos de dejar.
Después estamos sentados en el sofá. Miva, alegre, pizpireta y algo coqueta, me comenta que esta casa no es grande del todo. Le explico que sí, que está muy bien, aunque podría ser más grande, eso sí. Y le cuento cómo era el piso de la corrala donde vivía antes, todo ínfimo, estrecho, un cuarto de baño ridículo, una minúscula cocina-pasillo, donde sólo cabía el fregadero, a un lado, y la lavadora, al otro. Ahora me encuentro en el baño. Miva esperando fuera. Me encuentro mirando mi rabo en el w.c. Resulta que tiene pelos negros pegados en el capullo y una espesa capa pegada como de horchata. Voy tirando con cuidado de los pelos enroscados, pensando que no me había duchado..., menos mal que esto no se ha notado, pienso. Cuando salgo sigue Miva ahí, y acaban de llegar Eva (mi chica) y mi hermana. De repente hay dos tías más. Me hacen un extraño juego. Se ponen Miva, Eva y las otras dos, que no conozco ni he visto nunca (¿amigas de Miva Gold?), de espaldas, las cuatro de pie y de espaldas, van vestidas igual, con pantalones de cuero negro, más bien látex, super-ajustados, marcando bien claramente los culos. Pantalones de cuero-látex, sin bolsillos, traseros perfectamente apetecibles.
El juego consiste en que adivine de quién es cada culo, estando ellas de espaldas y sin que yo vea las caras. Se supone que no sólo se trata de distinguir, sino de elegir culo, lo que conlleva elegir chica. De espaldas los culos son muy parecidos, sólo se distinguen más o menos por las largas melenas que caen exhuberantes y quietas por la espalda. De izquierda a derecha tengo ante mí: cabellera rubia, cabellera morena, cabellera morena, cabellera rubia. Simetría. Y los culos también simétricos y excitantes, las 4 chicas con la misma altura, cuestión de escasos centímetros. Pero no se están quietas, no paran de moverse y Eva hace trampa: para que no me equivoque en la elección y sepa quién de las cuatro es ella, muestra, como despistadamente, el perfil, dirigiéndose a la que está en el extremo derecho, diciéndole no sé qué (cualquier cosa que sirva de excusa para medio girarse y así delatarme su posición). También sé que, desde el principio, Miva Gold está en el extremo izquierdo. Eva, por lo tanto, a continuación, y las otras dos del lado derecho. Las cuatro están abrazadas en cadena por la cintura. Sin duda, los dos culos que me llaman más al deseo, perfectos en sus formas embutidas en el látex, son los de Miva y Eva. El de Eva aún más hermoso. Uhmmmm. Pero se mueven demasiado para poder analizar bien las perfectas formas, Eva aprovecha cualquier excusa, cualquier frase u ocurrencia, para volver a dar(me) medio perfil, ¡para que no me equivoque de culo! Y las otras le regañan, eso no vale, mira al frente como hacemos todas, le dicen (aunque para decirle esto, ellas también giran medio perfil...).
Quiero estudiar mi elección más en detalle, estudiar las mínimas diferencias que terminen por inclinar la balanza de mi elección. Es difícil elegir. O una u otra. Culitos muy, muy sabrosos. Podría derretirme muy fácilmente. Para evitar las artimañas de Eva, se me cierra el plano de lo que veo, así sólo veo un trozo final de las melenas y en el centro del plano los sugerentes culos. El plano se va aproximando más y más, hasta tener prácticamente (yo estoy sentado en el sofá) los dos culos principales a un palmo de mis narices. Y es ahí, justo ahí, cuando me despierto.
Después estamos sentados en el sofá. Miva, alegre, pizpireta y algo coqueta, me comenta que esta casa no es grande del todo. Le explico que sí, que está muy bien, aunque podría ser más grande, eso sí. Y le cuento cómo era el piso de la corrala donde vivía antes, todo ínfimo, estrecho, un cuarto de baño ridículo, una minúscula cocina-pasillo, donde sólo cabía el fregadero, a un lado, y la lavadora, al otro. Ahora me encuentro en el baño. Miva esperando fuera. Me encuentro mirando mi rabo en el w.c. Resulta que tiene pelos negros pegados en el capullo y una espesa capa pegada como de horchata. Voy tirando con cuidado de los pelos enroscados, pensando que no me había duchado..., menos mal que esto no se ha notado, pienso. Cuando salgo sigue Miva ahí, y acaban de llegar Eva (mi chica) y mi hermana. De repente hay dos tías más. Me hacen un extraño juego. Se ponen Miva, Eva y las otras dos, que no conozco ni he visto nunca (¿amigas de Miva Gold?), de espaldas, las cuatro de pie y de espaldas, van vestidas igual, con pantalones de cuero negro, más bien látex, super-ajustados, marcando bien claramente los culos. Pantalones de cuero-látex, sin bolsillos, traseros perfectamente apetecibles.
El juego consiste en que adivine de quién es cada culo, estando ellas de espaldas y sin que yo vea las caras. Se supone que no sólo se trata de distinguir, sino de elegir culo, lo que conlleva elegir chica. De espaldas los culos son muy parecidos, sólo se distinguen más o menos por las largas melenas que caen exhuberantes y quietas por la espalda. De izquierda a derecha tengo ante mí: cabellera rubia, cabellera morena, cabellera morena, cabellera rubia. Simetría. Y los culos también simétricos y excitantes, las 4 chicas con la misma altura, cuestión de escasos centímetros. Pero no se están quietas, no paran de moverse y Eva hace trampa: para que no me equivoque en la elección y sepa quién de las cuatro es ella, muestra, como despistadamente, el perfil, dirigiéndose a la que está en el extremo derecho, diciéndole no sé qué (cualquier cosa que sirva de excusa para medio girarse y así delatarme su posición). También sé que, desde el principio, Miva Gold está en el extremo izquierdo. Eva, por lo tanto, a continuación, y las otras dos del lado derecho. Las cuatro están abrazadas en cadena por la cintura. Sin duda, los dos culos que me llaman más al deseo, perfectos en sus formas embutidas en el látex, son los de Miva y Eva. El de Eva aún más hermoso. Uhmmmm. Pero se mueven demasiado para poder analizar bien las perfectas formas, Eva aprovecha cualquier excusa, cualquier frase u ocurrencia, para volver a dar(me) medio perfil, ¡para que no me equivoque de culo! Y las otras le regañan, eso no vale, mira al frente como hacemos todas, le dicen (aunque para decirle esto, ellas también giran medio perfil...).
Quiero estudiar mi elección más en detalle, estudiar las mínimas diferencias que terminen por inclinar la balanza de mi elección. Es difícil elegir. O una u otra. Culitos muy, muy sabrosos. Podría derretirme muy fácilmente. Para evitar las artimañas de Eva, se me cierra el plano de lo que veo, así sólo veo un trozo final de las melenas y en el centro del plano los sugerentes culos. El plano se va aproximando más y más, hasta tener prácticamente (yo estoy sentado en el sofá) los dos culos principales a un palmo de mis narices. Y es ahí, justo ahí, cuando me despierto.
Narración perteneciente al libro de relatos "Sueños" (Tomo I) del escritor José Martín Molina. Ahora disponible tanto en formato libro como en formato eBook.
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